jueves, 15 de marzo de 2007

HISTORIA

Perteneció desde la reconquista al pequeño alfoz o Tierra de Cogolludo, bajo cuya jurisdicción quedó, usando su fuero. Al igual que Cogolludo, Arbancón estuvo bajo el señorío de la Orden de Calatrava, y posteriormente bajo el almirante don Diego Hurtado de Mendoza y su hija doña Aldonza duquesa de Arjona, pasando definitivamente, en los finales del siglo XV, a la casa ducal de Medinaceli, en la que permaneció hasta el siglo XIX. Dice la tradición del pueblo que aquí asentó unos días Cristóbal Colón, cuando viajó a Cogolludo a visitar al duque, y aquí en Arbacón probó el cordero que tan ricamente condimentan sus naturales. La leyenda siempre trae siempre prendida a su colorida vestimenta algunos pelos de historia, y por ello no vamos a olvidar este detalle, que afianza aún más la posibilidad de que Cristóbal Colón, hombre muy en la línea de los Mendoza y sus parientes los Mendinaceli, anduviera en algunas ocasiones por estas tierras.


PATRIMONIO
La iglesia parroquial de Arbancón es una magnífica obra arquitectónica del siglo XVI. Elemento solemne y sugestivo que sorprende por su grandiosidad sobre el cogollo minúsculo del pueblo. Destaca en su aspecto exterior, como más llamativa, la portada orientada a mediodía, pudiendo calificarse como un bello ejemplar renacentista en su período de clásica severidad. A los pies del templo se alza la torre, acabada en 1660. El interior consta de tres naves, separadas por cilíndricos pilares toscanos de anillados capiteles de los que arrancan las bóvedas de los tramos que componen cada nave; estas bóvedas son de crucería de traza gótica en el crucero, y con relieves renacentistas en el resto. El ábside es poligonal y se cubre también de bóveda estrellada. Destaca el retablo mayor, magnífica obra de talla y pintura, compuesto en 1656. Sus autores fueron el pintor Matías Jimeno, a la sazón vecino de la ciudad de Sigüenza, y el ensamblador de la misma ciudad, Pedro Castillejo. Sus composiciones pictóricas presentan soberbias escenas de la Historia Sagrada, entre las que destacan especialmente algunas mostrando milagros y hechos sagrados en los que el caballo es protagonista (Santiago en la batalla de Clavijo y la Conversión de San Pablo), añadiendo figuras de los cuatro evangelistas, Juan el Bautista, la Magdalena (desaparecido en 1936) y la Asunción. En su remate semicircular surge la Trinidad. Es muy interesante la Plaza del Ayuntamiento, ámbito de planta irregular en el que destaca el edificio concejil, con torre de reloj y torrecilla metálica, hoy remozado y en perfectas condiciones de uso; una gran fuente de piedra tallada, rematada en airoso pináculo, y varios notables edificios de arquitectura popular.



FIESTAS
Las fiestas de Arbancón son muy numerosas. Es muy solemne la Semana Santa. En San Juan se celebra festejo juvenil, en los campos que rodean al pueblo. Para el último fin de semana Agosto se celebra con gran solemnidad la fiesta de la Virgen de la Salceda. Pero la más interesante es la fiesta de las Candelas, el 2 de febrero, en que sale a las calles del pueblo la botarga, un hombre revestido con traje azul y verde, careta, porra y castañuelas, todo de madera pintado con vivos colores. Cada año sale vestido de botarga un mozo del pueblo, el cual utiliza la careta, traje y porra de sus sucesores. El autor de tales artilujios, era Don Hermenegildo Alonso, este hombre tallaba magníficos objetos de madera, por lo que en memoria suya la calle en la que vivía se le ha puesto su nombre. El botarga lleva un cinto con campanillas, y al hombro unas alforjas o cesto. Va de casa en casa tocando las castañuelas, y lleva en su mano una naranja, y el que la quiera coger, recibe un golpe de la porra. Pide el aguinaldo, haciendo mogigangas y tonterías. No canta ni dice palabra, aunque los chicos le preguntan el nombre y se meten con él. Cuando acaba la fiesta, se entregan los atavíos al alcalde, que los guarda para otro año. Antiguamente salía el botarga acompañado de los bailarines, que solían ser seis u ocho, y que iban vestidos de domingo. Sacaban a la Virgen en procesión, figurando que María iba a Misa tras la cuarentena de su divino parto. Los bailarines y la botarga danzaban delante de la Virgen, y le ofrecían un par de pichones y los típicos pestiños, pequeños grumos de harina y miel que las mujeres del pueblo fabrican en ese día. En la suculenta gastronomía propia de Arbancón se hace preciso añadir el recuerdo al sabroso guiso del cabrito.

LA BOTARGA DE ARBANCÓN
(Por Antonio Herrera Casado)

También hace años, cuando nevaba, un día de la Candelaria viajé a Arbancón a ver la que allí sale. Caían los grandes copos suavemente y solamente estaba por las calles, sonando sus cencerros con tal fuerza que aún hoy me parece oirlos, esta botarga de careta de madera que había fabricado el Mere, el artesano de la luz pintada, de la fuerza indomeñada de la talla maderera. Revestido de un traje de franelas sueltas, cosidas en mosaico llamativo y chillón, con una cachiporra viejísima en una mano, y una naranja en la otra, desde la mañana temprano va con sus alforjas recogiendo por las casas limosnas en silencio absoluto. Se comen, en todas las casas, unos pestiños hechos con masa de harina y forrados en miel, que están para chuparse los dedos. Y el espectador se deja envolver por esa magia que tiene el color, el movimiento, la seguridad de estar ante una fiesta de hondísimas raíces, de una vistosidad y una fuerza que en muy pocos lugares existe.

Las botargas de los pueblos de la Campiña del Henares y la presierra guadalajareña, que este fin de semana tendrá quien quiera la oportunidad de contemplar, fotografiar y llevarse en el recuerdo, es uno de los patrimonios más ciertos de nuestra cultura milenaria, que siempre deberán ser protegidas y cuidadas. Un buen motivo, en cualquier caso, para echarse al monte y mirarlas.